Autora:
Mtra. Sara Alicia Morales Bolaños.
Coordinadora del programa de tutorías de la Escuela Normal Superior Veracruzana "Dr. Manuel Suarez Trujillo"
El proceso educativo lo convierte a uno en persona, es
decir en un ser moral, libre y digno.
No nacemos personas, nos convertimos en personas a través
de nuestro propio esfuerzo educativo, que se construye de acuerdo con el
género, la condición social, histórica, racial, étnica, geográfica y el ciclo
de vida en que nos encontremos.
En este espacio, nuestro comentario se centra en la
equidad de género y para ello iniciaremos por una distinción. En primer lugar,
es necesario hacer la diferencia entre el sexo, que es un hecho biológico y el
género, que es un concepto que connota una construcción social que se confiere
a un cuerpo sexuado. En otras palabras el género es la interpretación del
significado social del hecho biológico de haber nacido hombre o mujer.
Los
sistemas de género suponen prácticas símbolos, representaciones, normas morales
y jerarquías de valores, de ahí que el sexo sea un fenómeno natural y el género
un condicionamiento cultural.
Existe una inquietud compartida por muchas personas,
principalmente mujeres, quienes consideramos que en el mundo el género femenino
se encuentra en una situación de verdadera desventaja e inequidad con relación
al masculino.
Basta revisar las estadísticas para darnos cuenta de las
dimensiones del problema: las mujeres somos la parte de la población con
mayores índices de pobreza, desnutrición y desempleo; tenemos menores niveles
educativos y salarios más bajos; sufrimos mayores índices de deserción escolar
y de violencia intrafamiliar; además de contar con una doble jornada de
trabajo.
Todo esto tiene por resultado la existencia de enormes
diferencias entre los géneros que se traducen en múltiples prácticas en donde
la mujer se encuentra en franca desventaja: su trabajo, sus actividades y su
posición en la sociedad sufren una gran desvalorización social.
Creemos que esta situación puede y debe ser revertida. Muchas personas involucradas en la educación pensamos que la escuela puede ser un
espacio privilegiado para formar, desde muy pequeños, a las niñas y a los niños
de una manera diferente y para ellos los docentes tenemos un papel de
fundamental importancia: existe en nuestras manos la posibilidad de promover,
desde nuestra práctica cotidiana y desde el análisis de los medios de
comunicación, la equidad, la solidaridad y el compañerismo entre hombres y
mujeres.
La sociedad conjunta una multitud de prácticas sexistas
que se llevan a cabo en la escuela, en la familia y desde los medios de
comunicación que, por cotidianas, no son evidentes ni nos detenemos a
reflexionar sobre su significado.
Procedamos a enumerar algunas de ellas:
a) Desde
la familia.
Por lo regular, en las familias se
brinda un trato diferenciado a los niños y a las niñas muchas de aquellas
consideran al niño como un ser más inteligente intrépido racional e
independiente y a la niña como un ser menos inteligentes, frágil, sensible y
dependiente.
El que las niñas sean percibidas
inferiores en el seno de la familia afecta su autoestima y autovaloración ya
que muchas llegan a creer, verdaderamente que por el hecho de ser mujeres valen menos que los hermanos.
Por eso, en diversas ocasiones ven natural que ellos tengan más derechos y
oportunidades de desarrollo.
Por otro lado, en la mayoría de las
familias la encargada de realizar el trabajo de la casa es la madre. En ella
recaen todas las responsabilidades familiares de higiene, alimentación y
cuidado de los hijos, incluso cuando trabaja una jornada completa en el
exterior; aunado a esto como el trabajo que las mujeres realizan en su casa es
una actividad no remunerada, socialmente no se le considera valiosa.
También es necesario destacar que por lo
general en las familias a las mujeres les corresponde cocinar; por ellos en los
programas televisivos, radiofónicos o los medios impresos se parte de la idea
de que es sólo la mujer la encargada de la cocina; por tanto, se dirigen a ella
para darle consejos, recetas y prácticamente nunca lo hacen hacia los hombres.
Paradójicamente, la mayoría de los
grandes chefs son hombres. Esto refuerza también el sexismo, al ser la mujer
quien debe elaborar los alimentos cotidianos mientras las altas personalidades culinarias,
las que realizan platillos especiales y sofisticados pertenecen al género
masculino.
b) Desde el espacio escolar.
Tristemente, la escuela reproduce la
inequidad, pues se mantienen múltiples prácticas que generan la discriminación
de género, ubicando a las mujeres en una situación de inferioridad y limitando
sus posibilidades de desarrollo.
Una primera manifestación de lo anterior es
el hecho de que las maestras, a pesar de integrar la mayoría del cuerpo docente
en educación básica, están sujetas a autoridades escolares conformadas en su
gran mayoría por hombres.
El
sistema escolar coloca a estos en posición de autoridad y a las mujeres en
roles subordinados, independientemente de su calificación.
Múltiples
estudios afirman que el hecho de que el trabajo docente en educación básica sea
mayoritariamente femenino, influye mucho en su desvalorización social. Además
entre más avanza el nivel educativo, el número de mujeres docentes empieza a
declinar.
Por
otra parte, la escuela es un entorno donde circulan diversos mensajes que se
materializan en carteles, calendarios, monografías, periódicos murales y
material audiovisual, en los cuales no siempre se fomenta la igualdad de
derechos y deberes entre los géneros.
En gran cantidad de este material se
ubica a las niñas realizando actividades consideradas tradicionalmente
femeninas, marginándolas de algunas posibilidades o simplemente ignorándolas.
Dentro de la escuela y en el concreto en el salón de
clases, la “pedagogía oculta” transmite la discriminación entre los géneros,
sobre todo a partir de las estructuras del conocimiento implícitas en
contenidos, técnicas de enseñanza, sistemas de evaluación y sus criterios
subyacentes, medidas disciplinarias etcétera.
Muchas veces maestras y maestros impulsamos a los hombres
a hacer deporte a participar más en clase a ser buenos en computación, matemáticas y
ciencias,
Mientras que a las niñas se
les orilla a ser más pasivas, discretas, dulces, limpias y a estudiar carreras
humanísticas.
Las investigaciones demuestran que a pesar
de que maestros y maestras niegan que en su clase hagan diferencia de género,
la realidad muestra lo contrario. Se plantea que cuando el docente deja
participar a sus alumnos y alumnas, son los primeros los que más lo hacen; en
cambio, cuando las mujeres intervienen, sus planteamientos no son considerados
o son interrumpidos constantemente por sus compañeros, además de que ellas se
muestran más nerviosas y hablan con voz entrecortada. Además, preguntan más a
los hombres y tratan de ayudarlos a encontrar la respuesta correcta; en cambio, a las niñas
les preguntan menos y, si no conocen la respuesta, se les elude o simplemente
se les indica que están equivocadas. En este mismo sentido, las observaciones
demuestran que de alguna manera se induce a que niñas y niños realicen
actividades diferenciadas donde estos últimos utilizan más creatividad e
imaginación; asimismo, se les ofrecen retos más fuertes y mayores actividades
al aire libre.
También se ha encontrado
que, independientemente de su género, el docente interactúa menos con las niñas
que con los niños; este patrón es más fuerte en secundaria que en primaria. En
forma sutil, se dice a las niñas que para ellas la educación no es tan
relevante como lo es para sus compañeros; a la vez sólo se les refuerza a la
pasividad y la limpieza, devaluando constantemente su participación.
No solamente hay diferencias entre las
participaciones de las y los estudiantes en el aula, sino que la ideología
predominante condicional el valor y significado de sus actividades. Hay una
división sexual del trabajo escolar que se manifiesta en que ellas asuman la
limpieza de los materiales utilizados, tomen apuntes, se los presten a sus
compañeros y se encarguen de pasar los trabajos en limpio. Asimismo, como
docentes, hay cosas que pedimos sólo a las niñas y otras que encargamos sólo a
los niños, haciendo diferencias que responden a estereotipos sexistas.
Desde las múltiples prácticas
cotidianas que se realizan en la escuela
se promueve la desigualdad de géneros, a partir del sexismo que hemos
interiorizado y que pocas veces nos detenemos a analizar.
Por todo lo anterior, las niñas van
sintiendo, a lo largo de su formación escolar, que realmente son inferiores a
los niños, cuestión que es reforzada día a día por la familia y por los medios
de comunicación.
De igual manera, tenemos que la gran mayoría
de los contenidos escolares desconocen las aportaciones hechas por las mujeres.
En diversos países se han realizado análisis de los libros de texto, llegando a
la conclusión de que ignoran, casi por
completo, a las mujeres; o bien, no existen, o si las mencionan, las confinan a
la vida doméstica o a una participación marginal.
El sexismo
también se manifiesta en el idioma español, donde el género masculino
incluye al femenino, pero no viceversa. Como plantean los lingüistas, también
el idioma español tiene un cariz ideológico que refleja la asimetría y la
desigualdad, pero como estamos acostumbrados a usarlo, la mayoría de las
ocasiones ni siquiera nos damos cuenta de ello.
Por otra parte, la educación vocacional es
también un elemento reproductor de esta desigualdad, ya que promueve una
diferenciación por género hacia diversas carreras y ocupaciones, canalizando a
las adolescentes hacia aquellos ámbitos considerados femeninos, y a los jóvenes
hacia lo que se acepta socialmente como masculino.
c)
Desde los medios de comunicación
Varios estudios han demostrado que los
medios de comunicación juegan un papel muy importante en la construcción de la
identidad de acuerdo con el género, ya que difunden diversos modelos que sirven
como parámetros de identificación y reconocimiento. A través de la relación
cotidiana que tenemos con ellos, vamos incorporando, inconscientemente,
conocimientos, valores, actitudes y conductas e interiorizamos los modelos de
género que nos envían.
La televisión nos muestra modelos de
sociedad, de hombre, de mujer, de vida cotidiana y de relaciones sociales que
contienen determinada visión del mundo, permeada, en la mayoría de los casos,
por el sexismo. Hoy podemos encontrar muchas investigaciones donde se sostiene
que uno de los efectos de este medio de comunicación es el de estimular
opiniones estereotipadas respecto de los roles sexuales. Uno de estos estudios
muestra que los niños y niñas portan opiniones
de esta naturaleza sobre los roles de cada uno de los géneros mientras
más tiempo pasan frente al televisor.
A este respecto se planeta que los
personajes principales masculinos superan en una proporción de 3 a 1 a los
femeninos y, con escasas excepciones, las mujeres tienden a aparecer como
esposas, amantes o madres de los protagonistas.
Por otro lado, y con mucha frecuencia, a
la mujer se le utiliza en la publicidad como objeto decorativo o sexual.
Estas situaciones nos llevan a hacer
algunas reflexiones:
- El pensamiento encubierto, que contiene prácticas sexistas, segrega a la mujer y la sitúa en una condición de franca subordinación.
- Las instituciones sociales (familia, escuela) y, ahora con mayor fuerza que nunca, los medios de comunicación reproducen y refuerzan las condiciones de opresión y sumisión de las mujeres, al fomentar el machismo y la desigualdad sosteniendo estereotipos de género y roles sexuales diferenciados que otorgan a la mujer un lugar marginal y secundario, brindándole al hombre la mayoría de los protagonismos sociales.
- Existe una importancia creciente de los medios de comunicación en la conformación de las identidades masculinas y femeninas y ésos le dan a la mujer un papel secundario, centrado en lo tradicional o como objeto sexual.
Lo enumerado nos lleva a reflexionar que, en
primer término, para lograr la equidad entre los géneros se requiere aceptar
que las mujeres somos seres humanos; que los dos géneros somos, al mismo
tiempo, iguales y diferentes unos de otros, no como sexo sino como individuos;
es decir, que las diferencias individuales son más importantes que las de
género; que las cualidades por tradición asociadas a las mujeres, lo que puede
llamarse “el principio femenino”, son por lo menos igual de valiosas que “el
principio masculino”, y para ello se propone que las docentes y losa docentes
analicemos de manera crítica, junto con nuestras alumnas y alumnos, los
mensajes de los medios de comunicación para hacer explícita su propuesta de
mujer y de hombre y desentrañar el sexismo que encubren. Propiciemos que, a
partir de hechos reales y concretos, se estimule en los educandos el deseo de
igualdad en derechos y deberes; se promuevan discusiones acerca de las
responsabilidades de cada miembro de la familia y se cuestione acerca de cuáles
son las razones por las que la mayoría de las actividades del hogar son
responsabilidad exclusiva de la mujer;
se promuevan campañas que fomenten la equidad entre hombres y mujeres;
se lleven a cabo estrategias y prácticas orientadas a devolverle la voz a las
mujeres para que se reconozcan como personas plenas, cívicamente igualitarias y capaces de hablar
sobre temas que vayan más allá del campo familiar; se incluya en los currícula
oficiales la historia olvidada por todos: la de las mujeres; y se fomente la
capacidad que tienen las niñas y los niños de pensar, razonar, imaginar y crear
nuevas relaciones de equidad entre hombres y mujeres.
Por último, es necesaria la conformación
–no tradicional- de identidades de mujeres
y hombres, que propugnen cambios sociales, que promuevan la equidad de
género, puesto que las mujeres no queremos ser hombres sino mujeres; no
queremos educarnos como hombres ni gobernar como hombres ni crear como hombres
ni amar como hombres.
Deseamos ejercer nuestra vida desde un cuerpo de mujer
que nos pertenece; trabajar, amar y compartir con los hombres la creación de
“la otra forma de ser humano y libre”, como proponía Rosario Castellanos,
integrando de manera permanente a nuestro pensamiento, a nuestro actuar la
equidad de género, hacerla parte integral de nuestra persona para poderla vivir
como algo propio, como la mejor expresión de reconocimiento y respeto a lo
valioso que somos todos los seres humanos, simplemente por ser personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario